miércoles, 20 de abril de 2011

"LA GATA DE MI VECINA"



LA GATA DE MI VECINA

Un buen día se cruzó un gato en mi vida.
Vivía yo en Sevilla en esos momentos, debía ser primavera y el ambiente ya olía a azahar. Me levanté por la mañana y al abrir las persianas me encontré con unos ojos verdes intensos rodeados de una piel brillante negra como la noche que me miraban atentamente…Era una gatita casi bebé, pero su mirada me impresionó, un tanto desafiante, como preguntándose quién era yo que osaba mirarla.
Vivíamos en un sexto piso y ella estaba al borde del pretil de la ventana de apenas unos centímetros que me producía vértigo verla allí, tan segura de sí misma…pensé que como era una cachorrita no se daba cuenta del peligro en que estaba y no le dije nada por no asustarla. Cerré las cortinas y ahí quedó todo…

Luna –que bello nombre- iba creciendo por días, eso lo podía constatar porque por los pretiles de las ventanas de su casa y de la mía llegaba a mi terraza y ahí se pasaba el día, había encontrado su casita, tranquila, sin niños, sin ruidos, era el lugar perfecto para descansar y hacer sus necesidades corporales completas: pipí, caquitas y hasta vomitaba…porque según decía su dueña “los gatos vomitan mucho” pero ni se inmutaba de que lo hiciera en mi terraza…

Yo ya había admitido de hecho que la gata viviera en mi terraza pero no que pasara a la casa, así que tenía mucho cuidado para que no entrara, aún así una vez que tenía la ventana abierta para ventilar la casa, al entrar en mi dormitorio y abrir el armario salió de allí una especie de rayo negro que se fue por la ventana. Tímidamente de vez en cuando le comentaba a su dueña mi convivencia con su gata y me respondía que le encantaba meterse en los armarios… ¡Qué bien!...pensé yo con cara de acidez de estómago.

…¿Os fijáis que paciencia tengo yo?...¿Verdad?...pues sí la tengo, yo misma a veces me digo que estos empiezan a ser claros signos de envejecimiento porque ya estas cosas me resbalan, ¡¡con lo que yo era!!...si es que no somos nadie…

Sigo con la historia de mi gata…

Luna, como era natural, quería más, ya se le notaba que no era suficiente estar en la terraza, me quería poseer más…Ya no era un bebé, ya era toda una señorita preciosa, negra como el azabache con esas esmeraldas que me miraban penetrantes como queriendo traspasar mi mente y enterarse de lo que yo estaba pensando sobre ella. Era la misma dominación en persona, sutil, paciente, observadora y siempre desafiante…

Ella estaba en la terraza y yo la miraba desde la puerta de cristal, me estuvo observando a ver qué movimientos hacía yo, quieta, expectante, a ver que se me ocurría hacer. Como yo no hacía nada tomó la iniciativa de mover pieza, como en un juego de ajedrez y dio unos pasos hacia la puerta de cristal, quizás pensando que yo era un poco tonta y no la había visto. Al no tener respuesta ya me indicó claramente que quería entrar dando golpecitos con su patita en la puerta. No hubo respuesta por mi parte… Creo que ya si estaba convencida que yo era absolutamente tonta de remate y subiéndose a la barandilla de la terraza me señaló con su manita el pomo de la puerta…solo le faltó hablar porque la cara que puso es de estar pensando:

“¡¡So lerda!!! La puerta se abre por aquí…¿Cómo es que no lo sabes todavía?, ¿es que nunca has salido a la terraza?

Me vino a la memoria mi primer encuentro con Luna en el pretil de mi ventana a unos seis pisos de altura y yo sin atreverme a decirle nada para que no se asustase y se pudiera caer al vacío…¡¡que ilusa!!...

Estos gatitos lindos…


María Dolores Velasco




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2 comentarios:

Eileen Ovalle dijo...

Hola María Dolores bonita, que bello tu espacio, ya lo leeré completo y despacito! Mi abrazo fuerte! yo adoro a los gatitos, jejeje, tengo 10

Anónimo dijo...

Sí que tuviste paciencia sí, lo cierto es que yo no puedo con los gatos, me encantan, pero de lejos. No sé si hubiera podido aguantarme sin decirle nada no a la gata... jajajaja si no a la dueña.